La situación de crisis económica actual que ha desatado la pandemia del COVID-19 está generando la mayor caída de empleo de la historia en la región, esto no es un secreto ni una novedad. Algunos estudios demuestran que este tipo de recesiones suele afectar mayoritariamente al empleo masculino, sin embargo, varios análisis apuntan a que la crisis actual podría ser la primera que afecte especialmente a la empleabilidad de las mujeres.
Según estudios y datos del Observatorio Laboral COVID-19 del Banco Interamericano de Desarrollo, a noviembre del 2020 la pérdida del empleo afectaba principalmente a las mujeres. Colombia es el país que presentó la mayor brecha de género. En Chile la brecha fue menor, pero igual de importante.
De acuerdo con cifras del INE, antes de marzo del 2020 la situación laboral en Chile indicaba que un 52,7% de mujeres tenía un trabajo remunerado fuera de su casa, en comparación a un 73,8% de sus pares masculinos. Esto resulta preocupante si consideramos que, según cifras del Hogar de Cristo, el 54% de los más pobres en Chile son mujeres, y que uno de cada cuatro hogares es nuestro país es sustentado por mujeres.
La crisis sanitaria provocó una gran caída en la participación laboral femenina, la que bajó a un 47,3%, el menor registro desde octubre del 2010, cuando se situaba en el 47%. Recién en 2013 se había logrado alcanzar, por primera vez, el 50%, y el peak de la participación laboral femenina fue en enero pasado, cuando esta alcanzo el 53,3%.
Las cifras son claras, en 10 meses hemos retrocedido cerca de 10 años respecto a la inclusión femenina en el mercado laboral. El problema es que recuperarse de este impacto es muy complejo para las mujeres, pues hay escasez de oportunidades laborales y gran cantidad de personas que necesitan conseguir un empleo. Además, existen aún factores culturales que afectan a la reinserción, normas sociales que atribuyen el rol del cuidado de los niños y adultos mayores a las mujeres afectan su participación en el mercado laboral y limitan su acceso a empleos de calidad, generándose mayor precariedad y brechas de salarios, las que sin duda se acentúan en situaciones de crisis.
Los dos principales factores que han afectado la participación femenina en el mercado laboral son: La suspensión de actividades presenciales en materia educativa, el cierre masivo de jardines infantiles o las clases virtuales “obligan” por norma social a las mujeres a estar pendientes de los niños, sumado a las labores del hogar. Las condiciones de distanciamiento social y de restricciones de movilidad han afectado mayormente al comercio, turismo y gastronomía, sectores en los que la participación laboral femenina era mayor.
Si antes de la pandemia, las mujeres en la región tenían una menor tasa de participación laboral, salarios más bajos y menor acceso a puestos de liderazgo, los efectos de la pandemia están exacerbando estas brechas de género.
Este es el momento preciso para que responsables políticos y líderes empresariales den un paso al frente y tomen medidas para la igualdad y paridad de género en el mercado laboral.
En el contexto de pandemia, tan adverso y desafiante, no debemos olvidar las deudas y promesas de la construcción de una sociedad más justa, donde hombres y mujeres tengamos oportunidades en equidad, donde la corresponsabilidad sea parte de nuestras prácticas sociales, y donde se visibilice el aporte de todos y todas, porque sólo juntos y en reconocimiento de nuestra diversidad, podemos construir un mejor futuro.